En la introducción del libro “Cómo mueren las democracias” de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, explica que anteriormente las democracias terminan con los ejércitos dando un fuerte y claro golpe de estado: calles tomadas, civiles muertos, los edificios en llamas, ley marcial y suspensión de la Constitución. Y así ocurrió mayormente en la mitad del siglo XX en Latinoamérica, ( en una tristeza lo que ocurre en Myanmar/Birmania) sin embargo hoy en día, las cosas no ocurren así. En la mayoría de los países independientes sigue habiendo elecciones con regularidad más en algunos de ellos, hay líderes populistas y autócratas que “van estirando la liga” y “haciendo cambios” algunos de manera democrática y otros no tanto, para mantenerse en el poder y hacer su voluntad.
Creo que México estamos lejos de que haya un comunismo o una dictadura, eso es irse a un extremo improbable por ahora, pero esta semana hubo dos casos que a mí manera de ver no ayudan a nuestra democracia y ambas vinieron de parte del titular del Ejecutivo, el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Primero, al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ratificar de manera contundente la decisión impuesta por el INE: de retirarles el registro a Félix Salgado Macedonio y Raúl Morón a las gubernaturas de Guerrero y Michoacán respectivamente, el Presidente ha vuelto a amagar con analizar y ver si se reforma las llamadas “instituciones independientes y autónomas”.
Si algo nos ha costado sangre, sudor, lágrimas y mucho esfuerzo, tiempo y dinero han sido esas instituciones, que, aunque imperfectas y con muchos errores, si estuvieran administradas por el gobierno federal, créanme estuvieran peor. Instituciones como el INEGI, CNDH, INAI, COFECE, BANXICO y el INE entre otros, hacen un trabajo sumamente importante, indispensable e invaluable y deberían de seguir teniendo su autonomía (como se supone que la debería de tener ya la Fiscalía General de la República).
Después: no puedo creer que el Congreso haya aprobado una reforma a una ley secundaria que le extiende el mandato por 2 años al actual Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Saldivar Lelo de Larrea, cuando la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos claramente establece un periodo de 4 años sin posibilidad a la reelección. No se necesita ser un gran jurista, intelectual o académico, sino simplemente leer bien el español para darse cuenta que esa ley va en contra de lo que mandata la Constitución. Si no te gusta la ley cómo está la debes de cambiar pero no puedes hacerlo con una ley de menor jerarquía, es necesario reformar (nuevamente) la constitución. El mayor problema es que el Presidente en sus “mañaneras” de esta semana dijo que si los ministros de la SCJN la declaran inconstitucional, “estarían siendo de manera consciente o inconsciente, corruptos”. Es evidente que no se da cuenta de la gravedad de sus palabras, o si se da cuenta, peor aún. Las instituciones son importantes en una democracia, pero para que esta funcione también hay que defender la Constitución.
Es imposible evitar que un Presidente que ganó las elecciones, no busque dar su opinión al respeto. Pero Andrés Manuel López Obrador tiene que darse cuenta que es el jefe de estado y jefe de gobierno y ser consciente que importa mucho lo que dice y como lo dice. Esta bien que de su opinión pero también es importante ver los hechos. El TEPJF solo cumplió con la ley y ojalá la SCJN declare inconstitucional la llamada “Ley Saldivar”, y si no, en el peor de los casos, el Ministro Presidente Arturo Saldivar debería de declarar sin ambigüedades que él terminara su periodo en el 2022, como estaba establecido y no en el 2024 como busca el Presidente. Eso de lavarse las manos no le salió bien a Pilatos ni le quedaría bien a Saldivar.
Winston Churchill decía que “un político de convierte en estadista cuando en lugar de preocuparse por las siguientes elecciones, se empieza a preocupar por las siguientes generaciones”. Nuestro Presidente sigue siendo todo un político.
#AsiNoAMLO