Encuentros de pasillo

Por A Opinión Magacín

Por Bere del Río

¿En qué universidad das clase? ¿En la Autónoma o la UNID?

Se le veían unos huevotes. No lo había notado hasta ese día que nos cruzamos en el pasillo que usaba un pantalón ajustado (Slim-fit). Me saludó, entró a su salón, tomó asiento y comenzó a pasar lista. No dejé de mirar ni por prudencia su paquete, se veía realmente atractivo. El daba la materia de Fundamentos de Contabilidad, yo la de Habilidades Gerenciales. Lo veía todos los miércoles, así que decidí que me lo iba a tirar.

Primero, le mandé mensaje desde un Face falso, le dije que Martha, la maestra de Macroeconomía me había pasado su contacto porque me gustaba. Él rápidamente contestó, luego, después de que le dí entrada y comenzamos a cachondear en el chat, me confesó que lo volvería loco si me vistiera de colegiala con trencitas y toda la cosa, lo había sacado de sus casillas.

No dejaba de preguntarme ¿En qué universidad das clase? ¿En la Autónoma o la UNID? Que ¿cuál materia?

Lo tuve así como una semana, luego le pasé el número de celular que uso para mis pecados ¿Eres Gabriela? ¿Eres Andrea? Un día le dije que era el gay de la materia de Conta y ¡qué risa! Se quedó silenciado unos minutos el whats; para relajarlo le mandé una foto de mis bubis que si bien no son tan grandes, con el encuadre correcto se ven bastante llamativas. Claro que los emojis de corazones y de babear aparecieron de inmediato, y me dijo eres Claudia.

Quedamos de vernos en una casa, creo de su hermano que estaba de vacaciones. Inicialmente un caballero, me dijo que le gustaba, pero que no podía, estaba casado. Sus palabras sonaban sinceras, como que le daba un tanto de remordimiento, sin embargo, me besaba apasionadamente, cuando metía mi lengua en su boca, se perdía, yo abría mis ojos para ver cómo su rostro era de chivito a medio morir.

Después de unos minutos de faje, se levantó de nueva cuenta con su cara de mustio, y dijo que teníamos que irnos.  -Le voy a preguntar una sola vez y no le voy a volver a decir- le dije poniéndome enérgica y viéndolo a los ojos (eso mata a los hombres) -Bájese el pantalón y póngase un condón. Lo hizo sin chistar, lo puse sobre la cama y lo monté.

Es importante mencionar que me gusta el reguetón, y con toda la intensión moví mis caderas tan rápido, perreando, que lo hice venir al instante. Fue tan divertido ver que se puso rojo, apenado, ese macho había sido herido por mi sexo y lo había dejado en ridículo. -No te estreses, también me vine- le mentí. Sí, estaba bueno el paquete, pero no lo sabía usar, era obvio que en casa solo cogía de misionero.

Se vistió, me dijo que le encantó, pero que lo nuestro no podía ser, que lo olvidáramos. Por supuesto asentí y por supuesto apenas habían pasado un par de horas, cuando me mandó whats para decirme que sí quería volverme a ver.

No me lo volví a coger, y todavía de vez en cuanto me manda whats: -¿Hola, qué haces?- Que obviamente dejo en visto, pues ya ando en otra cacería.

«Con dulce desprecio»
Jesús Reyna