Mi novio de 19

Por A Opinión Magacín

Por Bere del Río

Aún estaba muy chavito y le tenía miedo a prácticas sexuales más intensas

El uber eats llegó a la casa, era un chico de apenas diecinueve años en su moto, yo con 38 no pude evitar notar su cuerpo perfecto, no mamado, sino marcado. ¿Por qué no te pasas chiquito? le dije mientras dejaba ver mi lencería desabotonando la bata. Rió de forma estridente y me dijo “No Bere, la neta eso de fingir ser un vendedor, no se me da, ni lo de plomero”. Le acababa de regalar su motocicleta y a cambio le pedí que se disfrazara de vendedor y me cogiera como un desconocido. Aún estaba muy chavito y le tenía miedo a prácticas sexuales más intensas, por ello, cuando puse en sus manos la primera vez las bolas chinas, tuve que enseñarlo a introducirlas, darle espacio entre una y otra, que su pene quedará de lado, para que sus manos, su boca se concentrara en el resto de mi cuerpo mientras mi vagina sentía el placer de meterlas, una a una. Así que su boca me besaba, mordía mis pezones; sus manos recorrían mis piernas y bastaba que lo masturbara un poco, para sentir como me llenaba todo el abdomen de su delicioso y joven semen.

Era mi novio. No mi amante. Hace 18 años de eso, así que imaginen cómo me veían los mojigatos hidrocálidos en la calle de su mano. Fue divertido aquella vez que salimos a la Vinata, aquel barecito de tintos que estaba en el norte, el con su playera y jeans parecía más mi hijo (de hecho apenas le ganaba con 5 años al mayor de mis vástagos) alguien de mi edad me mandó una bebida, fue a mi mesa y se presentó. Simplemente tomé a Ariel de su pelo suave y brilloso y le planté un beso profundo, miré al galán y le dije: lo siento, vengo con mi novio. Ese día, al parecer le excitó tanto cómo marqué yo solita el territorio, que apenas entramos al auto y comenzó a besarme y tocar mis bubis, las comía como un niño chiquito. “Vamos a la casa Bere, ya quiero cogerte” Lo puse al volante, saqué un consolador (¡ay, no me pregunten por qué cargo un consolador en la guantera del auto!) y me lo metí, mientras me masturbaba saqué su pene, y lo comencé a chupar, sobre segundo anillo a la altura de Colinas, estaba nervioso pero le gustaba; comencé a sentir cómo se ensanchaba su verga, hasta vaciarse en mi boca; la sensación caliente de su leche y el consolador, provocaron que yo también me viniera. Todavía llegamos a coger; me encantaba lo vigoroso de su pene, aunque terminara, seguía erguido, firme, listo para la siguiente batalla.

Su origen extranjero (habrían salido de su país relativamente auto exiliado) lo hacía muy abiertos, por ello cuando su madre que me lo presentó (era mi amiga) se enteró, no tuvo ninguna objeción, ni siquiera cuando, a sus 21 fue a vivir a mi casa. Confieso que tenerlo para mi solita y mis juguetes (me encantan los objetos) pareció al inicio maravilloso; luego, la vida cotidiana, su convivir con mis hijos, que se hiciera su amigo (¡les comprara cheves a mi espalda!) fue disminuyendo esa emoción por la perversión. No tanto como para, aquella vez que salí con mi plug de cola de zorra en mi ano y mi lencería de colegiala, no se prendiera tanto que cogimos cuatro veces (creo que fue la última gran noche de sexo).

El tiempo hizo lo suyo, el comenzó a salir con gente de su edad y yo igual. Dieciocho años han pasado, de vez en cuando nos saludamos y nos deseamos lo mejor. Tal vez, lo que nunca podré olvidar de él es justamente la forma en que me miraban todos, cuando caminábamos de la mano en el Jardín de San Marcos.  Eso y su firme y hermoso miembro, su sabor a limón, su delicioso semen y su hermoso cuerpo de colegial.   

K-Taboo / Seúl, Corea / 14×19 / Agua – color papel