Mi primera orgia en el pedra

Por A Opinión Magacín

Por Bere del Río

Me comí un cabrón, más bien tres, de hecho, ya no sé quién se comió a quién

Mi primera orgia, o bueno, honestamente no sé cómo describir lo que me pasó aquella noche. Recuerdo que mi mejor amiga y yo habíamos bebido todo el día, comenzamos en aquella cantina, el No que no, y terminamos en un antro, los Maderos de San Juan; ahí me encontré con un tipo al que le había traído bastantes ganas desde hace tiempo; me fui inmediatamente  a su mesa en tanto que mi amiga compartía tequila con tres tipos, del que se ligó a uno. Entre Diana y yo había mucha confianza, tanta que, nos contábamos todo, con pelos y señales, literalmente cómo hacíamos toooodo, pero nunca nos pasó por la mente, que terminaríamos compartiendo verga…

Sali con mi “antojo” del antro, y nos metimos en el coche, sus amigos, mi amiga, él y yo. Empezamos bien… y yo creía que era un buen plan; no, aquella noche no fue un desastre, me comí un cabrón, más bien tres, de hecho, ya no sé quién se comió a quién. Montados en el auto, comenzaron las bromas, que vamos al Pedra, que tiene alberca, que el jacussi, y nosotras de así tipo obvio no… pero jijiji; pum, zas, tras, tres onomatopeyas después, y otros falsos obvios no, y ya estábamos en una habitación gigante, la de lujo del Pedra ¿Cómo no ponerse cachonda pensando cuantos cabrones habría cogido ahí? Nos desnudamos todos y a la alberca, más alcohol… corte a… mi amiga montada en un cabrón, yo cogiendo con otro, y aunque no era mi antojo inicial, estaba de buen ver y mejor probar.

Debo confesar que estaba apenada, y eso que hasta ahí todo había sido, dentro de lo que cabe “normal” dos para dos y el otro solo viendo, pero cuando pasamos al jacussi se dio el todos contra todos; recuerdo clarito, a pesar del exceso de alcohol, que besaba a uno, mientras se la jalaba a otro; después uno me daba de perrito mientras se la mamaba al que estaba libre; a pesar de que nos insistían en que nos besáramos, Diana y yo ni nos tocamos… pero nos comimos, no se de cuantas formas más, a los tres cabrones que terminaron más light que ensalada de lechuga.

Tener dos penes para mi solita, tocarlos, besarlos, chuparos, sentirlos… ¡qué increíble sensación! más  allá de lo meramente cachondo, es extraño estar entre dos hombres, entre dos almas, ver sus rostros de placer y sentir que, tú solita, puedes llevarlos al climax hasta gritar, sentir como se vacían y llevan tus manos, tu boca, tu vagina… no lo volví a hacer, no es que no muera de ganas (¿has experimentado, querida lectora, el placer de dos cuerpos apretujándote? Es indescriptible) solo que lo rico de esa noche fue que, por la fuerza del destino, no lo planeamos, resultó delicioso, aún cuando hoy sea un vago recuerdo que, cuando viajo hacía SLP, salta al pasar por ese mágico lugar, llamado el Pedra.

De inocencia y placer, Jesús Reyna