Calientahuevos

Por A Opinión Magacín

Por Bere del Río

Don Patán era una opción válida de vez en cuando para no aburrirme en casa

No todo es coger, querida lectora; así es frustrado lector, a veces no se trata de que la metas, es bien sabido que ustedes los hombres tienen esa fijación por meter la verga donde puedan, por eso hacerlo por detrás los prende tanto, sobre todo cuando los hacemos batallar, literal y metafóricamente hablando.

Recién divorciada, o más bien separada (pues el imbécil de mi ex llevó el proceso tan largo como pudo) lo que menos quería era llevar a alguien a mi cama, coger o hacer el amor. Y no se trata de que estuviera frustrada, solo que al saberme dueña de mi vida y mi situación, me daba tanta tranquilidad como para olvidarme un rato de los pitos. Pero solo un ratito.

Comenzó en mí una afición que en el argot varonil llaman ser calentahuevos. O sea, prendes el boiler y no te metes a bañar ¿Y para que carajos cuando una misma se conoce mejor, se toca mejor, se viene mejor? En suma, solo salía con mi mejor atuendo, el escote atrevido, mis jeans ajustados marcando mi cintura y enormes caderas, y obvio al punto ebrios, me acercaba, un coqueteo por aquí, otro por allá, mirarlos a los ojos, tocar sus hombros, acercarse. Y ya está, el otro piensa que tiene derecho de llevarte al motel. ¿De verdad aplicará ser calienta huevos si solo es coqueteo?

Aprendí a estar lejos de los hombres y prefería masturbarme: acariciaba mi clítoris con uno o varios dedos, de arriba abajo, de un lado a otro, a veces lento, luego más rápido, me encantaba tirar ligeramente hacia atrás la piel que lo recubre, sentirlo así, paradito; pasaba después a frotar toda mi vagina con mis cuatro dedos, de forma circular, hasta terminar, a mi ritmo, a mis tiempos, sin preocuparme por un güey al finalizar el orgasmo.

Tuve dos modelos de cabrón: uno tóxico que quería llevarme a la cama pasando por el formalismo de ser pareja. Pero yo de tipo: Iuuuuu. El otro, el puto casado o con novia, que quería sexo sin compromiso, como si ser divorciada fuera el pase para eso. Confieso que salir con uno u otro, tenía sus bemoles y sostenidos; el primero así de don caballero, te cuido, te protejo, el segundo de tipo buena onda, patán, pero sincero. El primero me aburrió, porque justamente salía yo de un matrimonio y cero ganas de compromiso.

Don Patán era una opción válida de vez en cuando para no aburrirme en casa. A veces lo besaba, lo abrazaba o rosaba con mis bubis, claro que apenas sentía que comenzaba a parársele (lo que era relativamente fácil) me alejaba un poquito.  Al punto ebrio me insistía en coger, que la tenía enorme, que no me iba a decepcionar, que ninguna mujer que había cogido con él se había quejado, y una sarta de patrañas más que a veces, casi me convencían.

Acabé por vetar a señor Toxinas; a veces sigo viendo a don patán, que tampoco se agüitó mucho porque no logro comerme; claro que siguió picando aquí, picando allá, tan descarado que hasta me contaba sus aventuras amorosas. Aún recuerdo que era tan divertidamente sinvergüenza que, un día, conoció a Don Tóxico, yo atrevida le dije que se me antojaba un trío con ellos dos, creí que su respuesta sería de machito hidrocálido, me miró fijamente con ojos perversos y dijo con esa sonrisa tan peculiar: con tal de cogerte, Bere del Río, va. Aún me pregunto si tal vez me lo debí echar. Hoy somos buenos amigos, ya no lo beso. Pero esa, es otra historia.

Imagen tomada de: https://artefeed.com/pinturas-gaetan-henrioux/