Aquicalidenses Heteroflexibles
Hey youuuu!!!! ¿Aún estás ahí? Tanto tiempo sin escribirnos y tantas andanzas por contar…Y es que me urge contarte que…. ¡Tengo un nuevo crush! Es casi casi, un reciclaje (digo, hasta en eso hay que ser new age ahora) digo que es reciclaje porque también lo conocí en mis buenas épocas de juventud, recién casada, donde aún era muy joven e ingenua para entender que el hidrocálido, y más el político hidrocálido, tiene licencia para tener amantes, irse de table, pagar privados y hasta tener experiencias heteroflexibles si su gusto es…
Al menos, siempre y cuando los domingos vaya a misa a cualquier céntrico templo, de ahí se pase a desayunar en familia a un restaurante tradicional, tipo La Mestiza o La Saturnina y si es posible, cierre el día en Sam´s o Costco, es decir, pasar un bonito domingo que acredite ante los ojos de la sociedad de la gente buena, su vocación de padre de familia, de buen samaritano y de pilón de buen proveedor. Estas acciones dominicales le dan la licencia de una semana laboral pecaminosa; cuando lo conocí, yo desconocía las bonitas tradiciones aquicalidenses, así que nada ocurrió.
Hace poco reapareció, de la nada, con una invitación formal a cenar, en verdad me entusiasmó la idea, pero al mismo tiempo no pude evitar notar que le estaba aumentando la edad a la línea que venía manejando, la cual no cruzaba los 41, ahora, mi crush reciclado es del quinto piso… ¡omg! tantas incógnitas al respecto: ¿Será buen amante? ¿Necesitará ayuda farmacológica? Y la que más me atormentó: ¿Tengo daddy issues?
En fin, después de un par de dates, decidí que ya no me aguantaba las ganas, que, a pesar de los 12 años de diferencia, me resultaba sumamente afrodisíaco escucharlo hablar de literatura, de música, de sus anécdotas de vida, en las cuales se abrió de capa, hablando de todos los temas habidos y por haber, pasando desde las pérdidas de sus seres queridos, sus relaciones familiares, sus aventuras sexuales, sus éxitos políticos, sus hijos y un largo etcétera.
Es inevitable que, cuando admiro a un hombre, se me mojen las bragas, es casi instantáneo. Es mi perdición ver a un tipo culto, resuelto, con sentido del humor y por lo visto, entrado en años. Así que, sin más, decidí que definitivamente lo necesitaba dentro mío. Sentía la necesidad imperiosa de sentarme en sus piernas y besarlo, pero en un restaurante, me limité a besarlo de forma inesperada para él. Fue delicioso, sus labios carnosos y pausados, ávidos de mí, pero sin urgencia, me confirmaron que en la cama saltarían chispas.
Pedimos la cuenta y nos dirigimos al motel más cercano, al principio perdí la noción del tiempo entre sus brazos y con solo besos, nos desvestimos mutuamente de forma cadenciosa, disfrutando desabrochar cada botón, el abrir cada cierre, ese momento embriagante en que descubres un cuerpo ajeno. Un cuerpo que desprende calor, que genera deseo, que te moja hasta escurrir y que me hizo ver que no necesitaría ayuda farmacológica ni de ningún otro tipo, pues su erección denotaba sus ganas de cogerme.
Después vino una lucha de poder, ambos queríamos demostrar nuestras artes orales, y perdí; me rendí ante su fuerza física y solo dejé que me aprisionara los brazos arriba de mi cabeza mientras me besaba el cuello, para de ahí comenzar a descender, mis pezones ya estaban erectos antes de recibir sus labios, lamió mi vientre, para culminar en mi vulva; en ese momento ya no era necesario que sujetara mis brazos, me había rendido incondicionalmente al placer. Me abrí de piernas y dejé que su lengua acariciara mi vulva, mis labios e hiciera maravillas con mi clítoris. Fue inevitable llegar al clímax rápidamente.
Para cuando introdujo su verga en mí, estaba extasiada de placer, tomó cada uno de mis tobillos en sus manos y mientras los besaba, me embistió con fuerza, hasta que tuve un segundo orgasmo. No recuerdo haber sido tan sumisa antes y solo abrirme para recibir, cuando terminó y sentí el calor de su semen, me sentía en plenitud. No podía quedarme con ganas de probarlo, así que introduje mi dedo medio en mi vagina y probé de su leche combinada con mis propios flujos, simplemente, gozoso.
Esta fue nuestra primera vez, y no puedo esperar el segundo encuentro… Benditos daddy issues… aunque los domingos desayunen enfrijoladas después de rezarle al señor del Encino.