Te ofrezco un trago en la Calle del Terror
Cuéntame una historia de miedo, presenta la Calle del Terror en Aguascalientes, un texto original de Victoria Morán para el A Opinión Magacín
Una vez más, aquella joven se encontraba desesperada buscando respuestas en esa casa oscura y olvidada, nadie recordaba la historia de ese lugar. Justo por eso, resulta que esa casa renovó su estilo: el amarillo de sus paredes externas y el blanco de su interior hacían que pareciera el lugar más alegre de la zona.
Sin embargo, la Calle del Terror tenía motivos para llamarse así, aunque todos la conocen actualmente con otro nombre y la califican como una de las calles más pacíficas del centro histórico de Aguascalientes. El lugar de las atrocidades, tenía su frente en una de las avenidas más emblemáticas y bellas de la ciudad, esquina con aquella calle.
Victoria había vivido en esa casa durante cinco años, no reconocía algún peligro porque era su espacio y su lugar de sanación. Ella estaba ahí porque le aportaba un beneficio: su seguridad en el mundo.
Tras reconocer que su vida no era la misma de antes, se mudó ahí. Necesitaba convivir con personas, además, su labor como enfermera sería benéfico en aquella casa que compartía con otros conocidos.
Alexandra, su hermana a la cual siempre miró extraño por su capacidad de interactuar con muertos, la visitaba de vez en cuando, eran vecinas de aquella calle.
Victoria reconocía que únicamente iba a la casa de su hermana cuando quería molestarla y es que, realmente no comprendía por qué Alexandra la veía con lamento, preocupación y nostalgia. Como si fuera un ser vulnerable.
¿Por qué me miras así? – preguntó Victoria desconcertada a su visita, ofreciéndole una bebida.
Te veo como debo de verte, ya no te puedo mirar de otra manera. – le explicó la joven a su hermana, mientras bebía lentamente de aquel vaso.
Alexandra no podía olvidar la transformación que sufrió Victoria desde el día en que su hermano Gael, falleció. A pesar de la enorme preparación en enfermería, Victoria no pudo salvar a su querido hermano de una enfermedad desconocida y su impotencia de fracasar en el intento la llevó a aquella casa donde prestaba sus servicios, recordando diariamente que había olvidado esa parte de su vida y podía empezar de nuevo.
Victoria, te veo como te debo de ver. Me alegra que estés prestando tus servicios a cambio de tu instancia en este hospital, pero no estás bien. Cuéntame, ¿cómo te sientes? – preguntó Alexandra preocupada.
Al escuchar la palabra «hospital», se desmoronó aquella realidad que había construido Victoria con bastante esfuerzo, en la que bloqueaba aquellos recuerdos de culpabilidad que le habían provocado un evento traumático. Quienes vivían con ella no eran sus vecinos, eran otros pacientes. No estaba en su casa, estaba en el hospital psiquiátrico. No estaba allí por su seguridad en el mundo, sino por la seguridad del mundo.
En aquella habitación concurrida donde conversaba con su hermana, también había más muertos. Victoria habría matado hace algunos años a todos tras haber prestado sus servicios como enfermera, mientras ella desconocía que también ocupaba ayuda mental.
Sin duda, el trastorno que dejó el asesinato de su hermano, desató su culpa que finalmente provocó las muertes de los pacientes que atendía, ofreciéndoles veneno para que lo bebieran con su medicamento, y que, posterior a eso, ella también lo hizo, muriendo inconscientemente.
Victoria, he estado muy confundida. Vivimos en la misma calle, te he visto en mi casa mientras los vecinos te ven aquí, no entendía cómo lo hacías. La gente dice que en este hospital que veo lleno de gente realmente no hay nadie, es una casa abandonada y creo que lo que más me sorprende es no haber notado que tú estás muerta… Me cuesta creer que no pude percibir antes la realidad, estaba fusionando el mundo de los vivos con el de los muertos.
Le llaman Doroteo Arango pero es la Calle del Terror. – finalizó Alexandra, pues aquella bebida que le ofreció Victoria al llegar, había hecho efecto.