De ociosidad, arte y vicios…

Por A Opinión Magacín

Por Diana Gómez Carrillo

Vivimos tiempos convulsos, donde el hombre se encuentra en constante actividad, siempre procurando producir, generar; somos capital humano que cada día conoce menos la quietud, y rechaza casi en automático el bonito arte de la ociosidad.

Si pensamos en el actual ciudadano hidrocálido y desde un punto de vista político, estamos atravesando un momento histórico, la sucesión de gobernador que tenemos en puerta nos está mostrando una realidad con demasiada pluralidad de expresiones políticas; lo que nos convertirá en presas de bombardeados publicitarios, de encuestas, de propuestas lunamieleras, de información sesgada, e incluso de las llamadas fake news en torno al tema.

Del mismo modo y aunque lo olvidamos cada vez con mayor frecuencia, aún atravesamos una pandemia, que no solo merma el nivel económico de la entidad sino que también debilita emocionalmente a gran parte de la población y por ende, hace estragos en la armonía colectiva.

Ante tales circunstancias, podemos sumarle las cargas de la vida cotidiana, esas responsabilidades que emanan de la vida adulta: el cuidado de los hijos, el trabajo, las actividades propias del hogar, el tránsito, las cuentas por pagar y aquellos compromisos familiares y/o sociales que a veces en lugar de nutrir el espíritu, nos restan energía.

Es por ello que mi intención en este espacio que generosamente me brinda nuestro Director, Aníbal Salazar Méndez, a quién profundamente agradezco la libertad editorial y el ser partícipe de este proyecto, es honrar la pura y gloriosa ociosidad; y por supuesto, los frutos emanados de ella.

Soy una convencida de que debemos hacer defensa de la ociosidad, de ella resulta la plena libertad, nos permite encuentros genuinos con el placer, despierta nuestra imaginación y a través de ella se explora el mundo sensorial.

Es a partir del ocio, cuando dejamos el “deber ser” para dar paso al “quiero ser”: Quiero leer un libro que no se relacione con mi profesión, quiero ver una película que no elija mi pareja, quiero disfrutar el vino que a mí me satisface, quiero escuchar la música cuyo gusto nadie más comparte…

De eso va este anhelado espacio, quiero compartir con el distraído lector (por qué mira que se tiene que ser distraído para leer esta columna), aquellos frutos de mi propio ocio, y compartir aquel arte o entretenimiento que me llevo a desafanarme de lo cotidiano y olvidar mi condición de capital humano.

Foto: Gio F. Frausto / A Opinión Magacín