Mad Men
“No importa lo que seas, lo importante es cómo lo vendas”
Cooper Advertising
He de confesar que a pocas cosas he dedicado tanto tiempo de ocio como a la joya que es Mad Men: serie televisiva escrita y dirigida por Matthew Weiner, a lo largo de la cual narra la vida de Don Draper (interpretado maravillosamente por Jon Hamm), un talentoso y casi providencial publicista, cuyo éxito profesional lo conduce a lograr todos los objetivos que la sociedad indica debe alcanzar el hombre blanco y heterosexual, es decir, una carrera ascendente, reconocimiento social, con economía resuelta y por supuesto, una familia tradicional; eso sin contar que además, se trata de un hombre cuya belleza, porte y carisma lo hace ser codiciado por las mujeres.
La serie se narra en el Nueva York de los años 60, específicamente en la Avenida Madison que concentraba todas las oficinas de los grandes publicistas de la época (de ahí el título de la serie) y visualmente es todo un goce, pues la ambientación te transporta inmediatamente a aquel tiempo con cada mínimo detalle lujoso del look del elenco, quienes portan joyas, relojes, bolsos, maquillajes, peinados y vestimenta que resaltan la hermosa apariencia de todos ellos; lo que viene a contrastar con diálogos brutalmente reales que evidencian la misoginia, el antisemitismo, machismo y racismo rampantes de aquellos años.
A lo largo de las siete temporadas de Mad Men, vemos que a pesar de “tenerlo todo”, Don Draper busca incesantemente el camino de la satisfacción, pues mientras día a día aparenta fortaleza y dominio de sí mismo, su interior se encuentra absolutamente sometido por los demonios de su pasado, aquellos que lo atormentan con una infancia marcada por el abandono y la pobreza. Esta situación le impide consolidar relaciones humanas profundas y lo envuelve en una espiral de desdicha que arrastra a quienes le rodean.
Asimismo, la trama se convierte en una fotografía socio-histórica fidedigna ya que aborda de manera muy puntual los acontecimientos importantes de esa década, tales como, la elección de Nixon, el asesinato de John F. Kennedy y de Luther King, la crisis cubana de los misiles, la Guerra Fría, la llegada del hombre a la luna y hasta el nacimiento de la cultura hippie; se muestra como dichos acontecimientos influyen en las emociones individuales para proyectarse en una psique colectiva que hará que identifiquemos a esa década como rebelde y de transición.
Otro de los múltiples aciertos de la serie es que cada personaje se encuentra tan certeramente creado, que sus perfiles psicológicos demuestran la complejidad del ser humano en sus distintas facetas, por ejemplo, su protagónico femenino,
Peggy Olson (interpretada por Elisabeth Moss), se enfrenta a un mundo dominado por hombres que ven a la mujer como un ser inferior y decide abrirse paso en él, dejando de lado su vida personal e incluso sacrificando al amor de su vida; su historia encarna la lucha e ideología del feminismo de segunda ola. Por otro lado, tenemos a Betty Draper (interpretada por January Jones) quien representa la típica esposa que vive a través de su marido y las terribles consecuencias de ello en sí misma y en sus hijos. Y esto, apenas es un ejemplo, pues Mad Men es un abanico de personajes finamente delineados en su psique y en su historia, lo que convierte al drama en el retrato fiel de cómo los cánones de la sociedad se imponen en el actuar y sentir de los individuos, quienes a menudo, encuentran inmensa tribulación en seguirlos e incluso que dichos imperativos se tornan a la postre, como obstáculos para alcanzar los anhelos genuinos de cada persona.
El último capítulo del drama televisivo es un sincretismo glorioso entre realidad y ficción, pues toma como base el anuncio real de Coca-cola transmitido en 1971 donde un grupo multicultural canta “Me gustaría enseñar al mundo a cantar”, el cual se presume crea Draper en medio de un retiro espiritual que lo conduce a la oscura introspección y paradójicamente, al pináculo de su carrera capitalista: trabajar para Coca-Cola. Este final le da vida a una de las tantas frases ya legendarias de Don Draper: “La publicidad, se basa en felicidad”.