De Ociosidad, Arte y Otros Vicios: Chavela Vargas: “La Chamana”

Por Diana Gómez Carrillo

“Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos”

Pedro Almodóvar

Desde hace muchos años, mis abriles son el mes de la mítica Chavela; pues fue un 17 de abril del año 1919, cuando en Costa Rica, nace Isabel Vargas Lizano; pero no fue sino hasta 17 años después, que huyendo del país que la vio nacer, llega a México y ahí es donde nace nuestra Chavela Vargas, apodada La Chamana, porque tenía el poder de curar con su voz.

Isabel fue una niña que creció en el seno de una familia sumamente conservadora, en un país y una época en que la diversidad no solo no era permitida, sino que además era señalada y juzgada. La niña Isabel creció sintiendo desde casa el rechazo por ser diferente, sufrió ostracismo por no querer usar faldas y preferir pantalón; por no querer usar cabellera larga y preferir pelo corto; por enamorarse de las mujeres y no de los hombres; desde esos primeros años ella se supo distinta y entendió que esas distinciones la alejaban del amor materno, herida con la que vivió hasta el último de sus días.

A tal herida, se le sumó el divorcio de sus padres, pues ninguno de ellos quiso quedarse con la hija rebelde, y acabó viviendo con algunos tíos. Esta situación la obliga a huir en búsqueda de un lugar donde pudiera desarrollar su personalidad libremente. Afortunadamente, ese espacio lo encontró en México, y justo en nuestro país, nace la leyenda Chavela Vargas, la más mexicana de todas, porque como ella misma dice “Los mexicanos nacemos donde nos da la gana”.

Al llegar a México la vida no le fue fácil, pues comenzó viviendo en una azotea de un viejo edificio, sobreviviendo de “regentear” a mujeres de servicio doméstico, de vender baratijas o de  aceptar cualquier limosna por cantar. Fue hasta que Macorina llegó a sus manos (una canción de rebeldía del siglo XVII),  le hace arreglos y con su particular voz desgarradora que no necesitaba acompañamiento alguno, es que la fama llegó a ella y la catapultó en un medio artístico que hasta entonces estaba reservado para las mujeres convencionales, es decir, mujeres que cantaban a hombres, lucían femeninas y cuyos comportamientos encuadraban en los roles impuestos al género en aquella época. Así, la mujer más macha de todas, se abrió paso desafiando al mundo entero, violando las convenciones sociales y defendiendo su identidad sin necesidad de alboroto o consignas, sino únicamente con autenticidad y valentía, mismas que son ampliamente avaladas con su talento. 

Chavela es un referente artístico en muchos niveles, además de ser la primera mujer que le canta a otras mujeres por amor; prescindió del mariachi para interpretar al gran José Alfredo Jiménez, pues bastaba con su voz  y presencia para llenar un escenario y para trasmitirle a su audiencia todo el desamparo y dolor que emana del desamor. Prueba de esto, es que en sus años de gloria europeos, se presentó en un escenario con el que ella soñaba: El Olimpia de Paris, donde la audiencia francesa, no requirió hablar español para entender el sentimiento que provenía de aquella mujer de apenas 50 kilos, pero que con el poder histriónico de su voz los hizo levantarse de sus respectivas butacas para ovacionarla, muchos de ellos, con lágrimas en los ojos.

Fue en esa misma época dorada en España que colaboró con Pedro Almodóvar; se hermanó con Miguel Bosé, a quién le decía que si éste fuera mujer, sería su mujer perfecta; y también se convirtió en musa y compañera de parranda de Joaquín Sabina, este último la inmortaliza como la “Dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena… Quién supiera reír, como llora Cahvela”

Chávela fue una mujer excepcional, indómita, aguerrida y seductora; su vida se traduce en pasión, aquella que se vive en absoluta libertad y que te obliga a pagar las respectivas facturas. Como ella solía decir: “Salí de los infiernos, pero lo hice cantando

Cuando sintió a la muerte rondarle, pidió regresar a su México, y se cree murió en un franco pacto con la soledad, en paz y en espera de lo que ella llamaba la “trancisicion para encontrarse con Lorca”.