De ociosidad, arte y otros vicios: Hasta la madre de la corrección política

Por Diana Gómez Carrillo

“Son las malas palabras, único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos. La poesía al alcance de todos”
Octavio Paz

Tiraba ociosidad felizmente en mi teléfono y me encontré con un video en el que un ex integrante de RBD, quien se identifica como parte de la comunidad LGBTQ+ manda un mensaje a la banda Molotov para decirles que la canción “puto” es una canción inapropiada y debe desaparecer; a simple vista podría pensarse que la demanda es justa y hasta necesaria, pero la verdad es que es uno de tantos casos de la llamada cultura de la cancelación que se está generando en redes sociales y que me parece sumamente peligrosa, me explico:

Somos una generación que crecimos en búsqueda de libertades y en concreto, buscábamos con ahínco la libertad de expresión, pues el régimen hegemónico en el que crecieron nuestros padres y abuelos, se trataba de un sistema que aniquilaba cualquier manifestación de pensamiento que no se alineara a las propias necesidades de los que estaban en el poder o a las formas más tradicionales que dictaban las instituciones más arcaicas, como es el caso de la iglesia. La globalización que comenzaba a materializarse a finales de los 80´s y durante la década de los 90´s, trajo consigo la cultura gringa, cuyas manifestaciones musicales, de comedia y de entretenimiento, abordaban un discurso liberador en el que no existían temas prohibidos, entretenimiento desconocido hasta entonces para el mexicano promedio. Así, nuestra generación, tuvo acceso a joyas televisivas como Daria, South Park, Beavis y Butt-Head; y a cantautores que al ritmo de rock manifestaban sus ideales políticos como Pink Floyd, Led Zepelling, Bruce Springsteen y un largo etcétera.

La cultura latinoamericana se vio embriagada por las nuevas formas culturales y surgieron himnos como “Matador”, “El baile de los que sobran”, ”Sr. Cobranza”, y por supuesto, “Gimme Tha Power” y “Puto”; todos ellos representan el fin de las formas que ahogaban a una generación, se trataba de la expresión cultural que trae aparejada la ruptura de las condiciones político sociales imperantes en la historia de las dictaduras de América Latina.

Poder cantar sin disimulo y en voz alta aquellas palabras antes prohibidas, como en el caso concreto de “Puto”, nunca fue bajo un contexto de discriminación con base en la orientación sexual de nadie, se trataba de apropiación del lenguaje como vía liberadora de tensión y angustia, pero al mismo tiempo con el entusiasmo de ser mexicanos, ese mexicano que no se raja, que no se rinde, que no claudica. Eso era “Puto”, una oda a la mexicanidad.

Esos cambios en lo que consumíamos como entretenimiento y obviamente sumado a otros factores, se vieron plasmados el 1 de diciembre del año 2000, cuando llega la tan anhelada alternancia y la silla presidencial la ocupa un candidato cuya campaña se distinguió por la ruptura de las formalidades arcaicas y vacías que eran sinónimo de opresión social y que manejaba un lenguaje coloquial y cercano al pueblo. Esa alternancia fue sin duda un parteagûas en el modo no solo de hacer política en el país, sino que la administración de Vicente Fox se trató de un sexenio que en materia de transparencia se hicieron muchos esfuerzos que hasta hoy siguen rindiendo frutos para que el ciudadano pueda acceder a la información de carácter público, pueda expresarse abiertamente y existan canales de exigencia al gobierno en turno.

La música de Molotov es parte de un movimiento social y así sucede con todas y cada una de las expresiones artísticas de un pueblo; no se dan por decreto ni por imposición, sino que son resultado del sentir popular, de la idiosincrasia de una generación y de los hechos históricos por los que atraviesa un país.

Descontextualizar cualquier expresión cultural y ofenderte por ello, habla de un egocentrismo digno de terapia, pues como bien señala Ricky Gervais en su último especial SuperNature (corran a verlo si aún no lo han visto), cuando se hace un chiste o en este caso una canción, jamás se hace con la intención de ofender, al contrario, se hace con la finalidad de generar emociones liberadoras.
Todos ellos que hoy señalan con dedo flamígero y exigen cancelación de cualquier pensamiento divergente al suyo, tal vez mañana serán los cancelados, porque no se sabe qué resulte ofensivo para algunos en el futuro.

En este orden de ideas es que me parece peligroso que la cultura de la cancelación esté cobrando relevancia en la actualidad, pues la censura jamás ha tenido resultados positivos en ninguna sociedad e incluso es síntoma de gobiernos represores; la censura en cualquiera de sus manifestaciones se traduce en la antítesis de la democracia.