Febrero: El Mes Olvidado por la Historia

Por Natalia Morales

Si hay un mes que ha sido víctima del abuso y la discriminación a lo largo de la historia, ese es febrero. Mientras enero y marzo gozan de 31 días de gloria, y meses como julio y agosto se dan el lujo de ostentar la misma cantidad de días solo por capricho de un emperador, febrero ha sido condenado a una existencia miserable de apenas 28 días (29 cuando se dignan a acordarse de él cada cuatro años).

Pero, ¿por qué? ¿Qué crimen cometió febrero para merecer este destino cruel?

Todo comenzó en la Antigua Roma, donde los calendarios eran un auténtico desastre (como casi todo en la administración romana, salvo las conquistas y los banquetes). En sus inicios, el calendario romano tenía solo diez meses, comenzando en marzo y terminando en diciembre. Enero y febrero ni siquiera existían. Así es: febrero fue, en su origen, un mes de segunda categoría, añadido a la fuerza cuando a los romanos se les ocurrió que tal vez era buena idea sincronizarse con las estaciones.

Pero si bien enero se adaptó rápidamente a su nueva vida con 31 días como cualquier otro mes respetable, febrero quedó relegado a la tarea de ajustar los desajustes del calendario. «Alguien tiene que hacer el trabajo sucio», dijeron los romanos. Y claro, ese alguien fue febrero, que terminó como un mes de apenas 28 días, siendo además el mes en el que los romanos celebraban rituales de purificación.

Sin embargo, la verdadera traición vino de parte del emperador Augusto. Julio César, en su infinita egolatría, decidió que julio (su mes, obviamente) debía tener 31 días. Pero cuando Augusto llegó al poder, no soportó la idea de que el mes de Julio César tuviera más días que el suyo propio, agosto. Así que, en un arrebato de inseguridad imperial, le quitó un día a febrero y se lo adjudicó a agosto, dejándolo aún más desamparado.

Desde entonces, febrero ha sido el hazmerreír del calendario. No solo es el mes más corto, sino que encima le toca lidiar con el invierno (en el hemisferio norte), el final de las vacaciones y, para colmo, San Valentín, una fecha que divide a la humanidad entre los que derrochan amor y los que se hunden en la desesperación.

Si en pleno siglo XXI seguimos luchando por la igualdad y los derechos de todos, ¿no es hora de hacer justicia con febrero? ¿Por qué seguimos permitiendo esta flagrante discriminación cronológica?

Propongo una solución revolucionaria: restablezcamos el honor de febrero y devolvámosle sus días robados. Quitémosle uno a agosto y otro a enero o julio, y que febrero tenga al menos 30 días como cualquier otro mes decente.

Porque ya es hora de que febrero deje de ser el hermano pequeño del calendario y recupere su dignidad.