Cuando la realidad supera la ficción: Kenia, Trump y sus inolvidables declaraciones

Por Anibal Salazar

Si la política fuera un programa de comedia, los últimos acontecimientos bien podrían ser el sketch principal. Dos noticias recientes han dado de qué hablar tanto el escenario nacional como el internacional, y nos han dejado con una sola conclusión: la realidad sigue siendo el mejor guionista del absurdo.

Capítulo 1: Kenia y su cruzada contra los nombres largos

Kenia López Rabadán, senadora del PAN y experta en lanzar dardos a Morena, ha encontrado su más reciente misión: cambiar el nombre oficial de México. Así es, estimados lectores, parece que las crisis económicas, la inseguridad y el caos político pueden esperar porque el verdadero problema del país es llamarse “Estados Unidos Mexicanos”.

La senadora propone que el país simplemente se llame “México”, porque, según ella, es más práctico, más corto y, por qué no, más bonito. “¿Quién usa ‘Estados Unidos Mexicanos’ en su día a día?”, argumentó. Y ahí tiene un punto: nadie dice “Vivo en los Estados Unidos Mexicanos”, a menos que quiera sonar como un libro de texto de primaria o un documento de Hacienda.

Quizás esta es solo la primera etapa de un plan más ambicioso. ¿Y si seguimos el ejemplo y simplificamos otros nombres? Adiós a la “Ciudad de México”, bienvenido “MexiCity”. ¿Y qué tal si eliminamos apellidos largos de los políticos? Kenia López a secas, sin Rabadán, por eficiencia. Todo sea por un país más ágil, aunque nos seguimos preguntando: ¿esto realmente resolverá algo?

Capítulo 2: Trump y el problema de la economía funeraria

Mientras en México debatimos sobre el nombre del país, al otro lado del río Bravo, Donald Trump protagonizó otra escena sacada de una serie de humor negro. Según un reporte de The Atlantic, el presidente enfureció al enterarse de que el funeral de Vanessa Guillén, una soldado estadounidense de origen mexicano, costó 60 mil dólares. Su reacción fue un grito digno de una película de bajo presupuesto: “¡No cuesta 60 mil dólares enterrar a un maldito mexicano!”.

Dejando de lado el racismo explícito (cosa difícil de hacer), la preocupación de Trump parece girar en torno a la contabilidad fúnebre. ¿Será que él tenía una lista de precios de entierros y este le pareció excesivo? ¿O simplemente le indignó que alguien más gastara su dinero sin su consentimiento? Nos queda la duda de si la molestia era por el costo o por el hecho de que se trataba de una soldado de origen mexicano.

Uno pensaría que un exmandatario debería estar más ocupado planeando estrategias de campaña o defendiendo su historial político, pero no, aquí estamos, con Trump calculando costos de funerales como si fuera dueño de una funeraria de bajo costo. Si algo nos queda claro, es que el expresidente tiene prioridades muy peculiares.

Reflexión Final: Entre el chiste y la tragedia

Lo cierto es que tanto la ocurrencia de Kenia como la exabrupta indignación de Trump nos recuerdan que la política no solo es el arte de gobernar, sino también el arte de sorprendernos con lo absurdo. Y si bien reírnos es una forma de sobrellevar estas situaciones, también es una invitación a preguntarnos: ¿en verdad estamos discutiendo lo que importa? ¿O seguimos en una tragicomedia de la que no sabemos cómo salir?

Sea como sea, aquí seguimos, en los (por ahora) Estados Unidos Mexicanos, esperando la próxima gran ocurrencia de nuestros políticos y líderes mundiales. Que el show continúe.

Al tiempo… y a su opinión.

Algunas veces con obligadas intermitencias, continúa esta columna editorial que camina. Infinitas gracias por su lectura.