La libertad de andar en motocicleta: entre el viento y la responsabilidad
Pocas sensaciones en la vida se comparan con la de recorrer el camino sobre dos ruedas, sentir el viento en el rostro y el rugido del motor como banda sonora personal. La motocicleta, más que un medio de transporte, representa para muchos una forma de vida, una declaración de libertad individual y una conexión directa con el entorno. No es casualidad que a lo largo de la historia se haya asociado a la motocicleta con la rebeldía, la autonomía y el espíritu libre.
Sin embargo, en tiempos recientes, el uso de la motocicleta ha sido objeto de un creciente escrutinio por parte de autoridades y sociedad civil. En muchas ciudades, especialmente en América Latina, se ha comenzado a estigmatizar a quienes se desplazan en moto, asumiendo erróneamente que se trata de personas peligrosas o vinculadas con actividades ilícitas. Este prejuicio ha dado pie a propuestas y medidas que, bajo el argumento de seguridad, atentan contra el derecho a la libre movilidad.
Es importante hacer una distinción clara entre el delito y el medio de transporte. La motocicleta no delinque; lo hacen las personas. Y así como no se prohíbe el uso del automóvil por el hecho de que algunos conductores cometen infracciones o actos delictivos, no se debe restringir ni criminalizar el uso de la moto por el mal actuar de unos cuantos.
Además, para millones de personas, especialmente en contextos de bajos ingresos, la motocicleta representa la única forma viable de desplazarse a su trabajo, a la escuela o incluso para realizar entregas y generar ingresos. Limitar su uso es, en muchas ocasiones, una forma encubierta de exclusión social.
Eso no significa que debamos ignorar los problemas que existen: la falta de educación vial, el uso irresponsable del vehículo y la omisión de normas básicas de seguridad. Pero la solución no debe ser la prohibición, sino la regulación justa, la formación adecuada y la generación de una cultura vial que promueva el respeto mutuo entre todos los actores del camino.
Defender la libertad de andar en motocicleta es, en el fondo, defender el derecho a elegir cómo queremos movernos, vivir y trabajar. Es un llamado a las autoridades para que enfoquen sus esfuerzos en políticas integrales que garanticen la seguridad sin sacrificar las libertades individuales. Y también es un llamado a quienes manejan motocicleta a asumir su rol con responsabilidad, porque la libertad siempre va de la mano del deber.
En dos ruedas también se puede construir un país más justo, más libre y más consciente. Solo hace falta voluntad, empatía y un poco más de respeto en el camino.