El amor es ciego… y probablemente sordo, mudo y algo torpe
¿El amor es ciego? ¡Por supuesto que sí! Si alguna vez has estado enamorado, sabes exactamente de lo que hablo. ¿Quién necesita ver la realidad cuando puedes vivir en una burbuja de felicidad y desinformación? El amor, ese estado maravilloso en el que decides no observar los defectos evidentes del otro porque, bueno, ¿quién tiene tiempo para eso cuando tu corazón late a mil por hora por alguien que aún no sabe qué es un «día de descanso»?
La verdad es que el amor no solo es ciego, ¡es completamente incapaz de percibir la lógica! Nada más ilustrativo que las decisiones completamente irracionales que tomamos cuando estamos enamorados. Como esa vez que, en pleno romance, decidiste hacer un viaje de 12 horas en coche para ver a tu ser querido, ignorando la idea de que el autobús era más barato y mucho menos agotador. Pero, claro, en ese momento, ¿quién pensaba en la razón? El amor, por supuesto, no conoce el cansancio ni el sentido común.
El amor también es un maestro en el arte de «filtrar» información. Los pequeños detalles, esos que nos gritan “¡Alerta! ¡No sigas por ahí!”, son ignorados con una sonrisa enamorada y un «él/ella cambiará». El amor, en su infinita sabiduría, nos dice que las alarmas en nuestra cabeza son solo ruidos molestos, y que el corazón tiene la última palabra. Así que, si tu pareja colecciona excusas y promesas vacías, no te preocupes: ¡estás en el camino correcto hacia el «amor eterno»! Y, si acaso algo sale mal, el amor te hará creer que «no fue tu culpa». Claro, ¿quién necesita responsabilidades cuando hay química, verdad?
Es más, el amor ni siquiera necesita que las palabras sean escuchadas correctamente. ¿Quién dice que «te quiero» debe ser pronunciado con coherencia? Si lo dices con la suficiente pasión, ¡se entiende perfectamente! Nada de esa molestia llamada «claridad». El amor habla en susurros, en gestos ambiguos y en miradas misteriosas que, por supuesto, tienen el poder de deslumbrar a cualquiera. Es todo un lenguaje universal, ¿quién necesita frases concretas cuando puedes decir todo con una mirada extraviada?
Y no olvidemos el sentido de la vista. Ah, el amor y su maravillosa capacidad de hacernos ver lo que queremos ver. Aquello que, en condiciones normales, sería una señal clara de advertencia (como el “ya te dije que no soy bueno con los compromisos”) se transforma en una especie de «encantadora sinceridad». Esos pequeños detalles como la falta de respeto o la incomodidad constante de tu pareja en situaciones sociales se disuelven rápidamente bajo el manto del «¡pero es que estamos tan enamorados!» Esas señales rojas se vuelven rosas, ¡y todo parece perfecto!
Entonces, sí, el amor es ciego. Pero no solo ciego, ¡es una especie de ceguera selectiva que nos hace ver el mundo a través de unos filtros tan rosados que ni las gafas de sol más oscuras lo lograrían! Porque, al final de cuentas, ¿qué sentido tiene ver la verdad cuando puedes vivir en una deliciosa mentira, aunque sea solo por un rato?
Así que la próxima vez que alguien te diga que el amor es ciego, simplemente asiente, sonríe y piensa: «Sí, y qué maravilloso es». Después de todo, ¿quién necesita la realidad cuando se tiene la ilusión de un amor perfecto?